La Reforma protestante es usualmente fechada a raíz del movimiento encabezado por el monje de la orden agustina, Martín Lutero que la Iglesia recordará, una vez más, este 31 de octubre. Sin embargo, una serie de figuras precedieron a la obra de Lutero, de manera que sin éstas el importante suceso no podría ser comprendido.
Hay una pregunta que surge a quien interese el fenómeno de la Reforma: ¿por qué tardó tanto en aparecer? ¿Cómo pudo admitir la Iglesia durante siglos doctrinas abiertamente opuestas al mensaje original del Evangelio? ¿No dijo acaso el Señor que “las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia”? ¿Se incumplió dicha profecía del Señor en el período medieval? La explicación que aquí proponemos está en adentrarnos en el mundo católico medieval y entender el alcance de la Reforma.
Lo primero que es necesario comprender es que la Reforma tenía, como su nombre lo indica, un cambio parcial de las doctrinas hasta entonces acumuladas en concilios cada vez más interesados en encontrar herejías, varias de ellas más ficticias que reales.
El problema que motivó a Lutero a plantear una reforma es, como es conocido, la cuestión de la venta de las indulgencias. Probablemente la cuestión de que las indulgencias se vendieran no estaba implícita en el decreto del Papa que decidió acudir a este recurso para construir la costosísima catedral de San Pedro, pues el dinero dado por la indulgencia era entendido como la aportación de una limosna.
Bien pronto la práctica de este decreto, más que el decreto mismo, degeneró en una escandalosa venta, que si bien no proporcionaba la salvación en la doctrina católica, libraba de las penas del Purgatorio en parte o totalmente, a aquellos que hubiesen acudido a la confesión de sus pecados. El bajo nivel de conocimiento teológico del clero y el pueblo condicionaron los abusos de dicho decreto tipificados por la figura de Tezel, posteriormente desautorizado por el propio Papa para promover las indulgencias.
Sin embargo, en períodos anteriores otros fueron los problemas que motivaron a varias figuras a promover una reforma y deben ser tenidas en cuenta. Uno de estos problemas estuvo relacionado con la eucaristía – comúnmente conocida como Santa Cena.
A comienzos del siglo X, Berengario de Tours se opuso a la idea de que el pan y el vino de la comunión se convirtiesen por la fórmula expresada por el sacerdote en el cuerpo y la sangre de Cristo. De esta manera, la doctrina católica que ve en el ministro un sacerdote especial (diferente al del resto de los creyentes) al tener en sus manos la posibilidad de ofrecer en sacrificio literalmente el cuerpo de Cristo; quedaba abolida. Una de las doctrinas básicas de la Reforma de Lutero seria la del sacerdocio universal de los creyentes.
De hecho, los posteriores reformadores, Wyclief, Hus y Lutero poco cambiaron de lo expresado por Berengario de Tours. Sin embargo las ideas de este crítico del dogma católico fueron tachadas de herejía y tuvo que llegar el siglo XIII para que Wyclief proclamara algo similar. La reacción no se hizo esperar y Wyclief aunque logró escapar con vida, sufrió persecución junto con su movimiento. Juan Hus, defensor de esta idea y de la exigencia de que el clero debía volver a la vida humilde de sus comienzos tuvo que sufrir la muerte en la hoguera un siglo antes de Lutero, aunque dejó vivo un movimiento, los husitas que siglos más tarde daría lugar a la iglesia morava, que aún subsiste.
Por otra parte, el hecho de que Lutero fuera de la orden agustina no es casual. San Agustín había hecho énfasis en que la naturaleza humana había caído y era depravada, que solamente la gracia podía levantarla hacia el nivel que de ella Dios exigía. La exigencia de Lutero que la salvación es resultado de la fe se deriva de su agustinismo y de una doctrina que pronto crearía tensiones dentro de la Iglesia: la predestinación.
Correspondería a teólogos posteriores, separar el concepto de justificación por fe de la doctrina de la predestinación, Hoy en día, como cristianos metodistas entendemos, al igual que Lutero, que el hombre es justificado exclusivamente por la fe pero entendemos asimismo que el libre albedrio es parte de la naturaleza humana, con lo que corregimos así algunas ideas de Lutero que hicieron apartar a ciertas figuras del humanismo de su tiempo, como Erasmo de Rotterdam, de los reformadores.
Sin embargo, la tendencia a asociar los intentos de reforma de la Iglesia con la figura y la época de Lutero se debe más a los historiadores, que han visto en la Reforma uno de los momentos claves para situar la aparición de la época moderna.
De manera que recordar este 31 de octubre el día de la Reforma Protestante nos invita a ser continuadores de su espíritu y de aquellos que prepararon su camino.
*Ariel Pérez Lazo. La Habana, 1977. Licenciado en Filosofía Marxista y Master en Historia contemporánea por la Universidad de La Habana. Profesor de Historia de la Filosofía en dicha Universidad desde 2005 hasta 2010. Investigador de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de dicha universidad de 2007 a 2010. Profesor de Historia Universal en el Seminario Evangélico Metodista. Redactor de El Evangelista Cubano de 20078 a 2010. Resido en Miami desde 2010. He colaborado en publicaciones como Espacio Laical, Cubaencuentro y el Blog de Emilio Ichikawa.
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