No parece importar demasiado el tiempo que vivieron pisoteados; condenados, por la persecución, a renegar de sus creencias; sometidos a servidumbre por el desprecio de una ideología atea que los aplastó como a insectos insignificantes.
Parece que ya nada tiene importancia cuando el comportamiento humano pierde su compromiso con los valores morales.
Ya no se trata del miedo. La complicidad incondicional de los religiosos cubanos (sobre todo las religiones sincréticas) con las políticas comunistas; la manera repugnantemente servil de ofrecer sus “sacrosantos oficios” en “misiones espiritualistas de salvación” -a favor de la tiranía y sus aliados- es el resultado de la pérdida absoluta de amor propio y de todo vestigio de respeto por los fundamentos humanos que hacen posible la virtud.
El pronunciamiento de un grupo de Babalawos, sobre su disposición de “ayudar” al presidente Hugo Chávez en la recuperación de su salud (siempre que el mandatario venezolano lo solicite), aunque resulta contradictorio, por el principio esencial de toda religión de interceder por el alivio de los necesitados -sin que para ello tenga que mediar solicitud alguna-, tiene mucho del flirteo lacayuno del oportunismo cobarde.
No recuerdo, que estos sacerdotes que tanto lucran con la ignorancia y la miseria de los incautos, hayan levantado ni siquiera una mínima oración, o canto, o rezo a favor de las víctimas del hundimiento del Remolcador 13 de marzo, donde 41 personas murieron -entre ellas 11 niños- como consecuencia de un acto de genocidio, ordenado por Fidel Castro.
Tampoco se escucharon los pronunciamientos de estos religiosos, ofreciendo su ayuda espiritual a los familiares de los 4 jóvenes pilotos de la organización Hermanos al Rescate, que fueron asesinados cuando sus naves civiles -que se encontraban en misión de rescate humanitario- fueron derribadas en pleno vuelo por aviones militares cubanos que cumplían órdenes de Fidel y Raúl Castro.
Ni ofrecieron consuelo a las madres de los tres jóvenes fusilados en el año 2003 por haber secuestrado una pequeña embarcación en el puerto de Regla. Ni ofrecen jamás sus buenos oficios para interceder por las Damas de Blanco y otras organizaciones civiles de derechos humanos, para que cese la represión violenta y las agresiones constantes del gobierno de Raúl Castro contra estos movimientos pacíficos.
El presidente Chávez tiene sus propios brujos y sus propios exorcismos; así como también tiene sus propias cuentas que saldar ante la justicia humana y divina por sus crímenes personales y sus fraternidades con los narcoterroristas. Si el presidente venezolano tiene que morir, porque su tiempo sobre la tierra llegó a su fin, el presidente venezolano morirá; y no habrá Babalawos, ni paleros, ni santeros ni espíritus de la sabana que lo puedan librar de los designios del Todopoderoso.
A todos los sacerdotes de Ifá, involucrados en la payasada por la “salvación” de Chávez, más les valdría dejar el lloriqueo baboso (que nadie les ha pedido) por ese aprendiz de tirano -bueno para nada-, y tratar de aprender a conquistar la dignidad poniendo sus oficios religiosos al servicio de la libertad, la democracia, la justicia y los derechos humanos, causas por la que tantos cubanos estamos sacrificando lo mejor de nuestra humanidad.
*En autor es un colaborador de la Agencia Hablemos Press. Radica en Ciudad de la Habana y sus trabajos pueden leerse en CIHPRESS.
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