Rubén, varias preguntas. ¿Cuándo te vinculaste a la COEBAC? ¿Cuáles fueron sus orígenes?, ¿A quién se le ocurrió la COEBAC? Y después, las relaciones del Centro con la COEBAC. Bueno, pero empieza por el principio. Haznos la historia.
Lo que yo recuerdo guarda relación con la historia, con los que vivimos la historia. Cuando triunfa la Revolución cubana, un grupo de cristianos nos incorporamos a ella, empezamos a participar del proceso revolucionario desde nuestra formación y nuestros principios revolucionarios y cristianos. Pero cuando la Revolución se declara socialista, empiezan a salir contradicciones entre el Estado, la Iglesia y las distintas instituciones religiosas.
|
Rubén Rodríguez Cabrera segundo en la primera línea de izquierda a derecha, en el CMMLKJ |
¿Cómo viviste esas contradicciones?
Bueno, ahí viene la cosa. Esas contradicciones se manifestaron, por ejemplo, en que se nos hizo difícil acceder a determinados espacios, vivir nuestra militancia revolucionaria. Yo era miembro de la Asociación de Jóvenes Rebeldes desde su fundación. Recuerdo que a través de la Asociación yo vendía la revista Mella. Me acuerdo de toda aquella efervescencia. Por entonces, yo iba a la escuela metodista Irene Toland, en Matanzas, y empezamos a vivir toda esa vida ahí. ¿Qué pasa entonces? Cuando la Asociación se convierte en la Unión de Jóvenes Comunistas, en el teatro de mi preuniversitario tuvimos que ir haciendo cada uno una confesión de fe atea. Si no eras cristiano, podías pasar a la UJC. Yo dije: “Yo soy revolucionario desde mi fe, no a pesar, sino por mi fe”. Y ahí mismo me dijeron que no podía ser de la UJC y comenzaron a limitarme. Tuve que salir. Conmigo, cinco compañeros que ya eran militantes dijeron: “Si Rubén no puede ser militante de la UJC, nosotros, que no creemos en nada, tampoco podemos serlo, porque él es revolucionario”. Ellos salieron conmigo. Después sí militaron, porque yo les dije: “Oye, déjense de boberías”. En la iglesia también ya se habían hecho manifestaciones de apoyo a la Revolución: se cooperó con la Reforma Agraria; hubo distintas reuniones, inclusive con Raúl Castro y con Vilma Espín en la Unión Bautista de Estudiantes Universitarios (UBEU). Yo estaba en Matanzas, pero de esas cosas uno se iba enterando. Pero entonces también la iglesia empieza a enquistarse, a decir: “No, nosotros no podemos, porque eso es ateo”. Entonces, empezamos a tener limitaciones por los dos lados. De la escuela de la que hablé nos botaron, porque éramos cristianos revolucionarios. Cuando a mí me botaron, botaron a varios jóvenes más. Muy finamente se llamó a los padres y se les dijo: “Nosotros entendemos que sus hijos deben ir a otra escuela, al pre de la calle, porque tienen otras inquietudes que no se ajustan a las nuestras”. Nosotros sabíamos que había algo mal, que había algo que estaba funcionando mal. Ahora bien, había pastores que mantenían una posición revolucionaria, como Paquito Rodés en Matanzas y Joel Rosales en Oriente. Por suerte fue en Matanzas, por suerte estábamos ahí y empezamos a sortear los bloqueos. Había un bloqueo contra Cuba, pero también otros bloqueos de información sobre lo que pasaba fuera de Cuba. Paquito y un pastor bautista oriental —que ahora no recuerdo su nombre— dijeron: “Bueno, vamos a buscar información sobre los cristianos en el mundo y su responsabilidad social”.Y crearon una publicación que se llamó El Bautista Informado. Allí se empezaron a colocar informaciones en las que se demostraba que en los mismísimos Estados Unidos había cristianos bautistas con compromiso social. Y bueno, alrededor de El Bautista Informado nos nucleamos un grupo de gente y prácticamente surgió un movimiento. ¿Solo eran de Matanzas?
No, no, no. Eran inclusive de Oriente. Fue un fenómeno interesante, porque los bautistas en Cuba estaban divididos en los Bautistas de Cuba Oriental, atendidos por una Junta de Misiones de los Estados Unidos, la Foreign Mission Board, y los Bautistas de Cuba Occidental, que éramos atendidos por la Home Mission Board.
Mi familia era bautista de toda la vida, desde mi bisabuelo Alfredo U. Cabrera, que colaboró con Martí en Tampa, hasta mi abuelo Federico Rodríguez, que era isleño, mi padre y mis tíos que fueron pastores, y mis tías que eran misioneras. Todos bautistas.
Y tú que eres ingeniero.
Y yo que soy ingeniero, como un rechazo a aquella cosa tal vez.
Bueno, ese grupo de cristianos que se aglutinó alrededor de El Bautista Informado era nacional. Había gente de la Convención Occidental y de la Oriental, y no solo éramos bautistas, sino también de otras denominaciones que pasaban por la misma situación de nosotros. Recuerdo en ese grupo, entre otros, a Juan Ramón de la Paz.
O sea, la publicación logró una circulación importante.
Sí, muy importante. Paquito y Joel la tiraban en mimeógrafo en dos o tres hojitas, cuatro páginas. Deben quedar algunos números por ahí, entre quienes guardan esas cosas.
Fue nacional, pero también era ecuménica, porque empiezan a participar de esa información cristianos de otras denominaciones, y las informaciones que se publicaron procedían también de los encuentros y reuniones que estas tenían fueran de Cuba. Es el caso de determinados acontecimientos relacionados con la Iglesia Católica latinoamericana, que evidenciaban un compromiso con los movimientos sociales de la época. Lo fundamental era la reproducción de materiales de diversas fuentes (declaraciones, documentos, artículos…)
Yo no sé en qué momento, alguien define que hay que organizarse, que hay que convertirse en una organización. Ahí jugó un papel muy importante el reverendo Livio Díaz. Por entonces, ya me había graduado de ingeniero, era un recién graduado. Me habían ubicado en La Habana, pero me fui a Matanzas, porque me dije que yo era de Matanzas y que seguro encontraba trabajo allí. Pero yo estaba ubicado aquí en La Habana, en el INIT, y me fueron a buscar. O venía para La Habana o me cogía la “ley contra la vagancia”.
Me pusieron a vivir en el hotel Colina, frente a la Universidad. Entonces, recuerdo que un buen día alguien colocó en la taquilla de mi hotel los estatutos y toda la estructura que debía tener la Coordinadora Obrero Estudiantil Bautista de Cuba (COEBAC). Alguien lo había dejado ahí. Mi primera reacción personal hacia aquello fue de rechazo, un poco por estar en contra de las estructuras.
¿De qué año estamos hablando, Rubén?
Del año 71 más o menos. Pero bueno, se funda la COEBAC y tuvimos una reunión en K y 25 (en aquel entonces era lugar de reunión de gente comprometida), en la que me levanté, izquierdista de extrema como era, y dije: “Yo no voy a pertenecer a esta vaina”. Claro, había una fundamentación lógica, porque me decían: “Para poder pertenecer al movimiento ecuménico y al Consejo de Iglesias tenemos que ser una organización. Como movimiento no somos aceptados, tenemos que ser una organización con determinadas estructuras”.
Nosotros veíamos detrás de eso un mal que nos iba a empezar a dañar y que podía afectar lo que realmente era de más peso en ese momento: estimular y apoyar, crear espacios de debate para buscarle una base bíblica a nuestra militancia social —no vamos a decir revolucionaria—, a nuestro compromiso social. Y yo me acuerdo que dos o tres gentes nos levantamos y dijimos que no íbamos a participar de aquello. De ahí nos fuimos a Coppelia y se nos pasó la cosa. Cuando nos calmamos un poco, cambiamos de parecer, dijimos que había que entender la vida como era y no como uno quisiera y que para uno poder participar de algo había que meterse y crear las instituciones. En definitiva, cuando nos convocaron al primer campamento sobre la responsabilidad social del cristiano…
¿Cuándo fue el primer campamento?
Fue por ese mismo año de 1971. Fuimos al CANIP, en Santa Clara, que como lugar céntrico permitió que viniera gente de Oriente y Occidente. Tuvimos que ir por nuestra cuenta, con nuestro dinero, sacar nuestros pasajes, con todos los recursos por nosotros mismos. Y allí creo recordar que se redacta la primera declaración de la COEBAC. Junto con Noel Fernández y otro joven de Santiago de Cuba, me tocó participar en esa declaración: la hicimos corriendo, porque ya la guagua se iba. El texto era muy puntual, interesante: les echaba a los pastores, a la estructura eclesial, y reafirmaba nuestro compromiso con la Revolución. A partir de ahí, ya todos los años se hacía un campamento sobre la responsabilidad social del cristiano. Se fue nucleando gente alrededor, surgió la revista El Correo Bautista, se creó una estructura con coordinador general —el primero fue Livio, si mal no recuerdo—, responsable de divulgación, de esto, de aquello, de lo otro… La nueva revista tenía más información, otros contenidos.
Y tú dices que se empezó a nuclear gente.
Bueno, buscamos direcciones de gente a la que entendíamos que había que enviarle la revista. Se la mandamos hasta a los directivos de la Convención y a la gente a la que le tirábamos. Se la enviábamos para que vieran cómo nos expresábamos y qué ideas teníamos, y a partir de ahí creo yo que se empezó a leer con más fuerza y a encontrar el interés de más personas. En un momento determinado me tocó ser de los que tiraba la revista aquella. No teníamos dónde hacerlo, y recuerdo que íbamos a la iglesia del pastor Rafael Cepeda, en Luyanó. Él nos dejaba hacerlo en su mimeógrafo. Nosotros íbamos para allá con nuestro paquetico de hojas, nuestro esténcil picado y a darle manigueta a aquello; así hasta que un tiempo después hubo un poco más de recursos, se buscó apoyo del Norte, como siempre, del Consejo de Iglesias y el Consejo Mundial de Iglesias, que nos asignaba una cifra de dinero. Entonces empezaron a lograrse algunas cosas: la COEBAC movilizó un número mayor de creyentes. Y de forma consciente, desinteresadamente —bueno, desinteresadamente no, porque no hay nada que se pueda hacer así, si tú haces algo con desinterés no sirve—, bueno, interesadamente entonces, aglutinábamos doscientas personas, doscientos creyentes en los campamentos.
Entonces empieza la lucha por entrar al Consejo Ecuménico. Al fin se logró participar, y a partir de entonces fue la COEBAC uno de los espacios que más gente convocaba a los eventos del Consejo.
¿Y es ahí cuando conoces a Raúl Suárez?
No, a Raúl Suárez yo lo conozco desde que estudiaba para pastor en el Seminario, porque yo era hijo de un pastor bautista radicado en la iglesia donde estaba el Campamento Bautista en Yumurí, en Matanzas. Ahí iba todos los veranos gente de todas las iglesias de la Convención Bautista de Cuba Occidental, a reunirse. Había reuniones de seminaristas, y Raúl empieza a asistir allí como seminarista, y ahí nos conocemos. Yo conozco a Raúl desde aquella época. Jugábamos pelota allí juntos. Yo era malo, pero como éramos varios hermanos los que jugábamos pelota —nos decían el grupo de los Panchos— jugábamos contra los seminaristas y los hacíamos papilla, porque nos conocíamos el terreno. Era un terreno en medio del monte, y ahí jugábamos nada más nosotros.
¿Cuándo es que el Raúl y la Iglesia Ebenezer se vinculan a la COEBAC?
Raúl empieza a participar en la COEBAC junto a Joel, Raquelita y toda la familia. Creo que la COEBAC se empieza a vestir de largo en un campamento sobre la responsabilidad social del cristiano que tiene lugar aquí, en la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao. Ya la iglesia, Raúl y Clarita habían desarrollado todo un proyecto de compromiso de la iglesia con el proceso que se desarrollaba en Cuba, y existían las condiciones para dar un campamento. Porque uno de los problemas grandes que teníamos al principio era justamente ese: ¿dónde dar los campamentos? El Campamento Bautista, los lugares espaciosos, no nos los prestaban.
Después Raúl sigue profundizando su posición, pero ya dentro de la COEBAC. El pasa a ocupar el cargo de relaciones internacionales en el secretariado de la COEBAC, y desde allí logró que viniera un grupo de suecos. Vino también Jorge Pixley. Ese fue el primer campamento con un número apreciable de asistentes, y la participación extranjera cambió la dinámica de los campamentos, la “internacionalizó”.
Al mismo tiempo, yo, por ejemplo, seguía en la estructura de la Convención Bautista de Cuba Occidental. Todos seguíamos en ese momento en la estructura. Yo ocupaba una responsabilidad en el departamento de jóvenes de la Convención, y surge un evento que se da en Puerto Rico, un encuentro de Centroamérica, el Caribe y México, y se invita a la Convención Bautista de Cuba Occidental, a la que se acostumbraba a decirle que no. Raúl me dice: “Hay esta invitación, vamos a canalizarla”. Cuando eso estaba Carneado, y ahí logramos que Rafaelito Escudero, Danilo Cardona y yo, que éramos los del departamento de jóvenes de la Convención Bautista de Cuba Occidental, fuéramos a Puerto Rico. Claro para ir a Puerto Rico tuvimos que ir a España y dar una vuelta tremenda.
Aquí estábamos desvinculados de toda información sobre lo que estaba pasando en Latinoamérica. Yo me enteré en Puerto Rico de la Teología de la Liberación, el encuentro de Medellín y todas esas cosas. Y me di cuenta de que aquí se estaba llevando paralelo, sin conexión ninguna, un proceso como ese, con sus características, pero también de los cristianos transformando las cosas.
Ahí en Puerto Rico conocemos a Rivera Pagán, a Jorge Pixley y a algunos otros teólogos. Yo traje algunos libros. Por lo general, los contactos de las iglesias cubanas con el exterior eran a nivel de jerarquía, y aquí habíamos ido tres jóvenes que no teníamos que ver nada con la jerarquía. Por ahí, entonces, se empieza un contacto y se logra que otros se interesen aquí en Cuba y que finalmente los inviten a venir.
¿Cuándo empiezan a dar campamentos con jóvenes comunistas?
Ahí está ya la influencia de Raúl. La visión de él dentro del secretariado de la COEBAC fue determinante en darle una proyección más completa en lo nacional y también en lo internacional. Ya se empiezan a hacer esos vínculos internacionales, y en lo nacional se empieza a ver la posibilidad de esos tipos de campamentos. Como no nos daban espacios para reunirnos en los locales de las estructuras, entonces vamos a ver en qué otros lugares nos ponemos. Ahí se logran esos encuentros a los que iban jóvenes comunistas y coebaquenses.
¿Hasta qué año tuvo esa vida intensa la COEBAC?
Se fue apagando poco a poco, poco a poco. El último campamento grande fue en el 97.
Recuerdo que estando ya aquí en el Centro, Joel, Samuel, Adalys y tú hicieron un esfuerzo por revivir la COEBAC.
Sí, se trató de rescatar aquella COEBAC y salió una estructura nueva que respondía más a las necesidades de ese momento. Pero, al mismo tiempo, habían empezado a surgir otras instituciones sin que hubiera muerto la COEBAC.
Ese es el caso del Centro Martin Luther King, que fundan militantes activos de la COEBAC; o del Centro Kairós, fundado por Paco Rodés; o del Centro Lavastida, en Santiago.
Volvamos ahora a tus tiempos universitarios. Tengo entendido que en la CUJAE hubo un movimiento ecuménico…
Sí, en la CUJAE surgió otro movimiento ecuménico que vino de un proceso de depuración de cristianos de la Universidad. Eso nos sirvió para conocer cuántos cristianos había allí, porque botaron a dos o tres. Todo ese grupo nos empezamos a reunir y creamos un movimiento.
¿Pero a ti no te botaron?
No nos botaron a unos cuantos porque nosotros teníamos una pila de socios que nos apoyaban y nos alumbraban. Nos decían: “van a botar, van a hacer esto”, y ya nosotros nos empezábamos a defender desde antes. Yo en esa época llegué a ser de la UJC, que fue un acto valiente de unas cuantas gentes ahí. Siempre que venía el proceso de crecimiento tú tenías todas las condiciones, te proponían, pero cuando llegaba la parte de si eras creyente, todo se terminaba. Pero yo dije: me voy a someter al proceso de crecimiento.
Era un dúo. Y cuando llegó a la parte esa en que preguntaban “¿tú crees en Dios?”, yo les dije: “bueno, díganme qué cosa es Dios”. Entonces me dieron una descripción de Dios y yo digo: “no, en eso que ustedes dicen yo no creo, pero tengo más argumentos que ustedes para combatir esa idea”. Marcos Portal era uno de los del dúo, y Marcos Portal dijo: “Rubén puede ser de la UJC”.
¿Y qué tiempo tú fuiste de la UJC?
Creo que tres meses, una cosa así.
¿Qué pasó?
No, es que tuve problemas docentes. Hubo problemas en mi familia y yo, que no me movía prácticamente de la CUJAE, tuve que ayudar a la madre mía con todo eso…
A mí me dan el carné de la UJC y me hacen secretario general ese mismo día, del grupo mío. Hubo militantes que entregaron su carné, porque no podían soportar que un cristiano fuera su secretario general. Entonces, eso creó un conflicto, pero después tuve problemas docentes. Me fui y dije: “no, yo no sirvo…
Ahora al CMMLK de nuevo. ¿El Centro surge en una perfecta sintonía con las ideas de la COEBAC o es un intento de llevarlo un poco más allá?
Mira, el Centro surge de la misma inspiración o del mismo espíritu de la COEBAC de llevar adelante el compromiso social de los cristianos con la realidad cubana. Eso está ahí en la COEBAC. Raúl era de la COEBAC, Joel y otros fundadores del Centro también son personas que estuvieron fuertemente vinculadas a la COEBAC. Yo pienso que la COEBAC dio hierros suficientes para una base teológica, una base seria para que surgieran centros como estos.
Pero el Centro no solo nace de la COEBAC. El Centro sale también del proyecto que Clara y Raúl habían empezado a desarrollar en la iglesia: un trabajo social para el cual se quedaban muy cortas las herramientas que tenía como iglesia para hacerlo. Y entonces Raúl plantea, con esa visión que él siempre ha tenido: “vamos a crear un Centro, y como estamos en un barrio negro y somos bautistas, vamos a ponerle el nombre de un pastor bautista negro”.
Hace poco yo hablaba con Raúl y le decía: mira Raúl, nosotros hemos estado siempre montados en un proyecto social de compromiso con el ser humano. Una vez se llamó, en el caso mío, Iglesia Bautista de Yumurí, donde se gestó un trabajo social allá en el campo. Otra vez se llamó Coordinación Obrera Estudiantil. Una vez se llamó Asociación de Jóvenes Rebeldes. Otra vez se llamó Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, o se llamó FEU, o se llamó Unión de Estudiantes Secundarios. Ahora se llama Centro Martin Luther King. El espíritu es el mismo, pero con sus matices aquí y allá.
¿Y la COEBAC tendrá una segunda vida?
Una vez, cuando debatíamos el resurgir la COEBAC dijimos que si ahora ya hay centros, si hay iglesias donde se puede debatir, donde hay espacios para debatir cosas, no hace falta la COEBAC. Pero Raquelita decía una cosa cierta: hay cosas que se debatían en el espacio de la COEBAC que no son material de estudio de los centros. Y planteó que debía retomarse la COEBAC. Y se está organizando de nuevo. Tiene un secretario general y acaba de sacar una declaración…
Ha habido varios encuentros, varias reuniones con vistas a revivir la COEBAC para un momento como este. Y yo sigo creyendo que la COEBAC es crear debate, crear campamentos, y si la gente va a debatir, esa es la COEBAC. Lo que digo yo es que vayamos a debatir lo que hay que debatir en este momento.