Esta manía de meter a Cristo en el guiso revolucionario es abuso muy arraigado entre los que quieren alcanzar el Paraíso en la Tierra
Inquirido por Tatiana G. Rivas por sus «referentes morales», el alcalde Gordillo mete en el ajo a Cristo, en tan grata compañía como la del Che Guevara, Hugo Chávez y Fidel Castro (más Gandhi, que es el perejil buenista de todas las salsas), en un batiburrillo característico del hombre con empanada mental.
Esta manía de meter a Cristo en el guiso revolucionario es abuso muy arraigado entre todos los que quieren alcanzar el Paraíso en la Tierra, que es exactamente lo que Cristo jamás prometió. Castellani sitúa el origen de este abuso cuando un socialista pelmazo le dijo a Donoso Cortés: «Jesucristo fue el primer revolucionario del mundo». A lo que respondió el gran pensador español: «Pero Jesucristo no derramó más sangre que la suya».
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