Por Mario Hechavarria Driggs
Recientes artículos en sitios Web directamente relacionados con Cuba, señalan la contrariedad de una Iglesia católica nacional opuesta al embargo norteamericano contra nuestro país.
San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, dijo que no deben hacerse mudanzas en tiempos difíciles. Los católicos cubanos vivieron muy duros momentos desde el comienzo mismo de la Revolución, cuando cientos de sacerdotes, junto a otros religiosos ordenados, fueron expulsados del país. A los pocos que se mantuvieron en la patria, les siguió el aislamiento junto a una solapada represión.
La escuela laica y ateísta, ninguna opción en los medios de comunicación, cuestionamiento a los ciudadanos por el sólo hecho de visitar un templo, fueron algunos de los valladares que acompañaron la diaria evangelización durante décadas de socialismo en la mayor de las Antillas. El llamado Bloqueo norteamericano les siguió paso a paso durante largos años hasta el día de hoy.
No hubo entonces mudanzas, ¿Por qué hacerlas ahora? Los comentaristas aludidos al comienzo de este artículo, citando la publicación Espacio Laical, afirman que los líderes católicos nacionales están del lado equivocado al mantener una postura permanente contra la persistencia del Embargo, actitud que tiene larga data con los tres últimos pontífices como directos portadores de tal opinión.
En uno de los trabajos periodísticos que atacan al Cardenal Ortega Alamino y demás obispos cubanos, se argumenta contra los nuestros la conocida posición adoptada por el cristianismo romano en Polonia, cuyo papel fue decisivo en el desmantelamiento del socialismo en ese país europeo.
Comparar a Polonia con Cuba en términos de religión es un acto de suprema descontextualización, mostrando ignorancia sobre la historia y la política o tal vez mala fe. ¡Los polacos son católicos, los cubanos vaya usted a saber qué!
El poder de convocatoria de los curas en Polonia era un hecho real, ganado por ellos a través de la historia nacional, enfrentados a los apetitos imperiales de rusos-soviéticos y alemanes, por sólo citar los imperios más cercanos. Basta con visitar una Iglesia en La Habana un domingo para valorar cuánta es la diferencia respecto a la patria de Karol Wojtyla.
La iglesia católica cubana viene recuperándose de las difíciles décadas pasadas dentro de la revolución. Dos Papas han visitado el país, reiterando su oposición al bloqueo, planteando a la vez una política de tender puentes, de apertura, de reconciliación nacional. Con el reciente pontífice jesuita, sumamos tres Obispos de Roma con semejantes orientaciones políticas en torno al caso Cuba.
Nuestro país era una colonia española, su clero originario procedía de la metrópoli, cuya monarquía despótica tenía poderes especiales sobre el nombramiento de los obispos dentro de sus dominios. Al paso de las centurias, enfrascados nosotros en las guerras de independencia, muy lentamente surgieron clérigos patriotas dentro del cuerpo eclesial del país. Hoy la Iglesia católica cubana es mayoritariamente nacional y sopesa su poder y posibilidades reales dentro del contexto político-social cubano.
Tres pontífices en la misma línea política. Más de cincuenta años de embargo norteamericano. Una abrumadora mayoría internacional contra la pertinaz medida.
El gobierno comunista local justificando sus fracasos económicos y su cerrazón política.
La evangelización exige la reconciliación. Se trata de todos, tal vez la palabra de orden en mi país.
Los católicos cubanos no hablan de unos contra otros, sino como dijera el apóstol Martí, de “con todos y para el bien de todos”. La Iglesia católica en Cuba no es de izquierda o de derecha, en cuanto a mantener la política norteamericana del Embargo, sin dudas está en el lado derecho.
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