2012: ¿Año de reencuentros?


Por: Mario Félix Lleonart Barroso.*
Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía. Puso fin a la ley que consistía en mandatos y reglamentos, y en sí mismo creó de las dos partes un solo hombre nuevo. Así hizo la paz. Él puso fin, en sí mismo, a la enemistad que existía entre los dos pueblos, y con su muerte en la cruz los reconcilió con Dios, haciendo de ellos un solo cuerpo. (Efesios 2.14-16)
En nuestra iglesia no se conciben las temporadas navideñas sin la representación de al menos un drama teatral. Podrían faltarnos las tradicionales cantatas, y hasta el arbolito, pero no concebiríamos estar en Navidad sin nuestros viejos telones que convierten por un mes el templo en un teatro, y las consecuentes y muy concurridas puestas en escena.  A veces los guiones han sido escritos por feligreses locales, yo entre ellos, o hemos representado otros de la autoría de hermanos de diversos lugares. Esta temporada la obra escogida fue “La navidad de un músico” proveniente de la prolífera pluma del escritor cubano, radicado en Miami, Luis Bernal Lumpuy.  
A pesar de ser un drama que ya ronda los treinta años de existencia “La navidad de un músico” parece haberse añejado como el vino para conseguir lo que yo calificaría de un éxito rotundo entre nosotros. Unido a la calidad de su escritura se encuentra sin dudas la pertinencia de su contenido, además por supuesto del esfuerzo realizado por los actores amateurs. No sorprende que en 1984 fuera premiada por el Concurso de Dramas para Navidad que patrocinó el Departamento de Libros Generales de la Casa Bautista de Publicaciones de El Paso, Texas; a pesar de lo reñido de un certamen en el que compitieron escritores de todo el continente.
Obviando incluso el tema del drama su sola representación en nuestra iglesia ya portaba un poderoso mensaje respecto a la necesaria unidad de los cubanos de las dos orillas: las representaciones tuvieron lugar en las entrañas de la Cuba profunda, pero su autor Luis Bernal no ha puesto sus pies en esta isla añorada desde que iniciara su exilio en febrero de 1981 cuando se marchó cargado de decepciones, objeto de exclusiones y con el peso traumático de casi tres años en los campos de trabajos forzados de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) en las llanuras camagüeyanas. Pero como para reforzar este mensaje el tema del drama es precisamente el reencuentro que experimenta un músico en Navidad con el Cristo que sus padres le presentaron en su infancia y como, en tal proceso, se reencuentra también con su hermana de quien trágicas circunstancias le había separado desde la adolescencia. 
En las puestas en escena tuve la certeza de que la propuesta de encuentro con Cristo, y de reencuentro con prójimos de quienes cualquier tipo de circunstancias  nos haya separado, encontró aceptación entre los abundantes espectadores que tuvieron el valor de franquear la barrera que la Seguridad del Estado se ha esmerado en interponer para venir al templo de la Iglesia Bautista Ebenezer de Taguayabón, y en ese acto también hubo un mensaje de unidad y reencuentro, por encima de las adversidades que atentan contra ello. Para quienes tuvimos el privilegio de compartir desde fines de noviembre ensayos y personajes este mensaje de concordia caló profundo y, no sé por qué, intuyo nos preparó para lo que será un año de reencuentros añorados.
Como para reforzar estos preludios, intentando “desconectar” entre tantos ensayos y preparativos, el miércoles 7 de diciembre quise regalarme el papel de espectador de por lo menos una de las películas que se difundían en el 33 Festival de Cine de La Habana, y quisieron las circunstancias y posibilidades, o la elección divina más que mi propia selección, que estuviera a las 10.30 pm en el Cine Riviera para descubrir “Upperdog”, filme noruego dirigido por Sara Johnsen, quien por cierto estaba presente en compañía del embajador del Reino de Noruega y dedicó unas palabras para el público. La trama fundamental de “Upperdog”, aderezada entre otros correlatos finamente hilvanados, en el fondo era la misma de “La navidad de un músico” de nuestro Lumpuy: también el reencuentro de dos hermanos separados. Esta vez la historia recae en dos jóvenes asiáticos llevados cuando niños a Noruega,  y adoptados por matrimonios diferentes que les alejaron, pero a quienes la intrepidez de una muchacha polaca, sin dudas la protagonista, consiguió reunificar. Como para completar, dos noches después de “Upperdog”, fue el saludo de los fuegos artificiales de hermanos del exilio que integraron la flotilla de la libertad hasta el límite de doce millas náuticas que por el momento nos contienen.
Después de ese escape fugaz en el que Dios se la ingenió para ratificarme esas palabras suyas, tan acordes con la Navidad, de reencuentro y reconciliación; regresé a mi entorno para continuar sin descanso ofreciendo a los demás ese mismo mensaje, hasta que cerramos la temporada, pero nunca el espíritu de la navidad en nuestros corazones. Más allá del drama sencillo, pero con un mensaje tan profundo como universal, Luis Bernal nos regaló toda la retroalimentación que generó el diálogo con quienes constituyeron el público diverso que forma a la  vez la masa de actores del vivir de cada día en Cuba. Cada testimonio constituiría un tema nuevo para postear pero no puedo obviar por lo menos el mencionar lo que un colega pastor me compartió a propósito, y pletórico de alegría: que su madre, tras algunos años batallando contra el cáncer se encontraba muy bien y hasta viajando al otro lado de las noventa millas, y que por si fuera poco allá había ocurrido el reencuentro con un hermano suyo a quien no veía desde hacía más de treinta años.
Tampoco puedo dejar de mencionar a una hermana fiel de la iglesia, expulsada por cierto en 2011 del Partido Único precisamente por su fidelidad incondicional a Cristo, en primerísimo lugar, y a este amigo suyo que soy yo en segundo -como para demostrar que aquel ejemplo de la creyente pinareña que propusiera el General Raúl Castro no constituye un caso para nada aislado. Tania García Hernández, y su hermano( Foto a la derecha) , siendo niños dejaron de ver a su hermana Teresa de la Caridad García Núñez, hermana por parte de su padre Nery Antonio García Pérez (ya fallecido), la misma se fue a los Estados Unidos por el 65 o el 66 y desde entonces no han vuelto a tener noticia suya. Con lágrimas en los ojos tras el estreno del drama el 25 de diciembre me declaró que le había recordado su historia y le hizo resurgir las  esperanzas de reencontrarse con su hermana Teresa y la familia que esta haya fundado. Historias como las de “La navidad de un músico” o de “Upperdog” no tienen por qué ser patrimonio exclusivo de dramas teatrales y películas. Puede que esta historia de Tania y Teresa de lugar a otro post exclusivo para ellas donde se narre la historia del reencuentro, ojalá que en este propio 2012, como otra señal del cielo para todos. Tal vez alguno de quienes siguen mi posteo pueda ser el eslabón que falte para ello. Teresa nació un 8 de septiembre en un año entre 1940 y 1942, y su madre se nombra Zoila Núñez. Si alguien posee información puede conversar directamente con Tania llamándola directamente a su teléfono +5342486338.
Tras la noche de la última puesta en escena de “La navidad de un músico”, el domingo 8 de enero, con alegría, y más allá de las diferencias religiosas, me emociona escuchar que por lo menos se preparan dos vuelos especiales que con motivo de la anunciada visita de Benedicto XVI transportará a cubanos exiliados desde La Florida hasta esta isla que nunca ha dejado de ser suya. Con grata sorpresa escuché la conferencia de Prensa en que el arzobispo de Miami anuncia que oficiará un servicio religioso en la Catedral de La Habana el martes 27 de marzo, especialmente para los peregrinos que con tal motivo hayan sobrevolado esas noventa millas, a invitación de la Conferencia de Obispos de Cuba.
Puedo percibir que “La navidad de un músico”,  Upperdog”, la flotilla de la libertad, los reencuentros que propiciará la visita de Benedicto XVI están siendo señales de las millares que Dios está enviando, lo mismo a niveles individuales como el mío, o contextuales, a toda la nación, ya sea en el archipiélago o en la diáspora, como parte de su metamensaje de reconciliación, que es el que desea y propone para todos los cubanos.
*Pastor Bautista radicado en Cuba y Miembro de la Convección Bautista de Cuba Occidental, quien desempeña su Ministerio en la Iglesia Bautista de Taguayabón y Rosalía, VC, Cuba. Profesor Seminario de Santa Clara, y filial del Seminario de La Habana en Vueltas. Edita desde Cuba el Blog Cubano confesante.

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