La Virgen de todos.

Por Aimé Cabrera.*
La Virgen María de la Caridad del Cobre no es solo la Patrona de Cuba,  sino que esta advocación mariana, desde su aparición hace casi 400 años, ha sido el manto donde se han postrado personas de todas las razas y clases sociales, adorándola por su intersección ante Dios ante los casos más disímiles. Ella ha traído la felicidad  y la solución a quienes optaron por la fe, y dejaron a un lado el pesimismo y  la desesperanza.
Desde su llegada a la capital el 6 de noviembre ha estado su imagen venerada en asilos, casas de misión, conventos, parroquias, hospitales y parques donde su presencia ha desatado el frenesí de un pueblo que ha estado reprimido por los intolerantes, esos que le negaron estudios universitarios o buenos  puestos de trabajo a quienes no admitieron negar su amor a Dios, y a la Virgen Mambisa en las primeras décadas del impuesto gobierno, aún imperante.
El tiempo borra, o al menos aplaca los odios y hostigamientos de muchos oportunistas que en su mayoría, después de cansarse de hacer daño a sus coterráneos, viven en la actualidad en  el exilio y han tenido una conversión nada convincente; o permanecen en su país, viviendo de privilegios y asistiendo a los templos cuyos pastores no hincan sus rodillas ante Dios, sino ante el César.
Es el momento de reflexionar sobre qué hemos estado haciendo de nuestras vidas hasta ahora. Es el instante de meditar y reconocer nuestros malos comportamientos, abrazando dependencias que degradan, esos hombres que son capaces de levantarle la mano a una mujer, injuriarla, o abusar de ella en cualquiera de las formas más criticables: deben arrodillarse y pedir perdón de solo pensarlo, cuán hipócrita pudiera ser su presencia en una iglesia o procesión donde esté la Virgen Cubana.
Tienen tiempo de admirarla y de no tener pena en mostrar su respeto por la bella Virgen de cabellos de azabache ensortijados, piel bronceada y cara de rasgos mestizos que la hacen tan  bella, todos los que se sientan cubanos y cubanas, todos los que se esfuercen en amar a su prójimo, sin empujarlos, sin asaltarlos, sin gritarles frases bochornosas por no compartir sus ideas.
 Ha llegado un momento sin igual que debemos tener en cuenta, para poner en orden lo que vamos a hacer, con temor a Dios, por el bienestar propio y de los demás. Ser tolerables, saber escuchar, respetar como piensan los demás,  rescatar las frases que dieron a  nuestro pueblo el reconocimiento en el área, por la educación y el buen trato de sus habitantes,  hasta de quienes no sabían leer y escribir.
Debemos arribar al Cuarto Centenario con menos odio, menos rencor, menos prepotencia, y más amor, ese amor que nos debe unir de un extremo a otro de la Isla, ese amor que debe emanciparnos aunque estemos lejos , ese amor que nos brinda La Virgen y El Padre, no lo debemos desaprovechar.
Foto de la autora del artículo.
*Periodista independiente que reside en Ciudad de la Habana,  Licenciada en Educación en la especialidad de Inglés, edita el Blog  Comunícateconmigo.

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